Extraído de: "Leyendas Tehuelches"
Autor: Sergio Hache
Como el Viento sabía de la existencia de los perversos gigantes, en medio de prolongados silbidos bramó la noticia en la entrada de las cavernas en las que los monstruos se habían refugiado. Así fue como Nóshtex se enteró de que su hijo sería más poderoso que él.
La Nube Teo también escuchó la buena nueva y le anunció al gigante que su hijo, el que habría de hacer justicia según la promesa del poderoso Kóoch, ya latía en su vientre. Esta revelación aterrorizó al gigante, quien no sabía cómo alejar ese peligro. Sentado en la entrada de su cueva, meditaba en tanto que Teo dormía, ajena a los terribles proyectos que bullían en la cabeza de Nóshtex.
Hacia el anochecer llegó Máip, uno de los tres Malos Espíritus, arrastrándose entre los matorrales y sopló su aliento helado sobre un pajarillo posado en una rama. El ave cayó muerta, y el gigante al ver eso, resolvió que se desharía de Teo. Antes de morir, el ave puso un huevo, y el gigante se dio cuenta de que aun cuando la Nube muriese, bien podría quedar vivo su hijo. Ya a la luz de la Luna, pasó un zorro y al ver al pajarillo muerto se lo comió de un bocado; husmeando entre los pastizales encontró el huevo y se lo engulló también. El gigante ya sabía qué hacer: mataría a la Nube Teo y devoraría a su propio hijo para terminar con la promesa de Kóoch.
Cuando finalmente el gigante Nóshtex terminó con la vida de Teo, calculó que ya estaba próxima la hora del amanecer, y temiendo que pudiera ser encontrada la madre del niño, decidió arrojarla al cielo. Cumplida la faena, apartó al chico para que se secara y corrió hacia la entrada de la gruta, para arrojar a Teo a los confines del firmamento.
Al revolear el cuerpo sin vida de la Nube Teo, la sangre que aún brotaba de ella salpicó el firmamento y se escurrió hacia el Este. A medida que aumentaba la claridad del día, más rojo se tomaba el amanecer.
Mientras esto sucedía allá afuera, en lo profundo de la cueva un roedor llamado Terr-Werr tomó al niño y lo ocultó en el pequeño agujero donde vivía.
Nóshtex regresó dispuesto a devorarse a su hijo pero por más que lo buscó, la criatura había desaparecido misteriosamente.
Tratando de encontrarlo, el furioso gigante removió la tierra y apisonó con una roca el suelo de la cueva. Escarbaba el piso con las manos, lo abría y sacaba un tierral, por el poder que tenía. Ahuecaba y no encontraba nada; cambiaba de lugar, pero lo único que hallaba eran galerías vacías. En vano siguió el monstruo gritando y sacudiendo la tierra, sólo logró que se le gastaran las manos y los brazos. Ya Elal estaba a salvo, bajo la protección de Terr-Werr.
Según los relatos de los ancianos venerables de las tolderías tehuelches, en la Isla Legendaria la magia prosperaba sin límites. De ahí que un roedor llamado Terr-Werr pudo salvarle la vida a Elal y hoy ese ratón es más conocido por su apodo de Tucotuco.
A partir de aquel entonces, Terr-Werr se convirtió en algo así como la "abuela" del niño. En él volcaba todo su cariño y atención, ya que desde hacia tiempo nadie vivía con ella.
Terr-Werr no tardó en darse cuenta de que aquel no era un niño común. A los dos meses de vida ya sabía comer solo y al año, conversaba fluidamente con la "abuela".
Elal crecía con rapidez y a Terr-Werr se le hacía más difícil mantener al niño en la cueva. Tenía que sacarlo de ahí sin que el gigante supiera de su existencia.
IV
LA OSCURIDAD VIENE EN AYUDA DEL GIGANTE
LA OSCURIDAD VIENE EN AYUDA DEL GIGANTE
Dos años habían pasado desde que Elal salvó su vida. Cada día la "abuela" notaba cómo se convertía en un fuerte hombrecito que poseía cualidades fuera de lo común: era un ser mágico.
A los tres años, Elal salió de la cueva y se encontró con el gigante Nóshtex quien hizo el intento de atraparlo, pero Elal era más rápido y escurridizo que su padre. Temiendo por la vida de su nieto, Terr-Werr actuó rápidamente, clavando sus dientes en uno de los pies del monstruo. Al estremecerse de dolor, este se detuvo para frotarse el pie lastimado. Cuando reaccionó, ya Elal había desaparecido 'de su vista. Nóshtex bramaba su desgracia en lo más profundo de su caverna.
Tanto gritó el gigante que toda la isla tembló.
Tons, la Oscuridad, escuchó los gritos de su hijo y esa misma noche se acercó a la cueva del monstruo. Ella estaba dispuesta a todo con tal de impedir que se cumpliera la promesa del todopoderoso Kóoch. Tons jamás permitiría la victoria de Elal sobre el gigante Nóshtex.
Envueltos en un manto de frío se reunieron los seres malvados de la isla. Estaban Tons, Kélenken y Máip, los Malos Espíritus gemelos y su hermano Axshem; tampoco faltaban Nóshtex y Gosye, los gigantes terribles.
Tons, la madre de todos, distribuyó tareas específicas a cada uno de sus hijos. Kélenken y Máip, como hijos preferidos de la Oscuridad, deberían actuar siempre juntos, uno prepararía el camino para la acción dañina del otro; en tanto que Axshem actuaría solitario, desligado por completo de la acción de sus hermanos gemelos. Por su parte, Gosye, perseguiría sin descanso a Elal, hasta que a Nóshtex le volvieran a crecer sus manos y brazos gastados.
Como la reunión se efectuó en la guarida del gigante, Terr-Werr se enteró de la conspiración, oyendo desde sus galerías las frías palabras de la Oscuridad. Alarmada por lo que allí se decía, decidió llevarse al chico lejos de ahí.
Al amanecer, Tons se alejó presurosa de la isla, dejando a sus hijos para que se deshicieran del niño-dios.
V
AQUELLA MEMORABLE REUNIÓN
AQUELLA MEMORABLE REUNIÓN
Mientras Elal dormía, su "abuela" no dejaba de imaginar de qué manera lograría eludir los peligros que acechaban a su nieto. Calmando la ansiedad, y a escondidas del gigante, se acercó a la entrada de la cueva y desde ahí clamó al Viento por ayuda. Tuc-tuc... tuc-tuc... tuc, tuc...
Presuroso y de un soplido, Xóshem acudió a la presencia del Tucotuco. Enterado por este de los planes de la Oscuridad, el Viento le sugirió que reuniera a los habitantes de la isla a fin de que entre todos hallaran una solución para salvar al niño. El Viento se alejó prometiendo avisar al Chingolo, de modo que juntos pudieran organizar la partida de Elal.
Kíken, el Chingolo, fue el primer colaborador que tuvo el Tucotuco cuando inició las consultas con los demás animalitos y fieras de la isla.
Mientras se dirigía a la laguna del lugar, Terr-Werr le pidió al Chingolo que volara hasta donde estaba nadando el Cisne, y que lo llamara sigilosamente. El sencillo Kíken cumplió eficazmente su misión, con gran alegría de la "abuela" del niño.
Ya en la laguna, Terr-Werr debatió con sus amigos los pasos a seguir para salvar a Elal.
Mucho se habló sobre la mejor manera de esconder a Elal de los peligros que lo acechaban, sin embargo, ninguno de los presentes ofreció una solución que tranquilizara a la afligida "abuela".
El debate se interrumpió con la llegada de Kíus, el Chorlo, quien traía la solución esperada. Sugirió a los asistentes a la asamblea que Elal debía ser llevado a una lejana tierra "cubierta de nieve y hielo". El Chorlo era la única ave que conocía la existencia de aquella tierra. Todos los presentes se alteraron sobremanera ante la ocurrencia de dejar abandonado a su suerte a ese pequeño niño milagroso, en una tierra desconocida y lejana. Surgió entonces la idea de acompañarlo.
En aquella memorable reunión, GoIn, el Puma, fue una de las fieras que rehusó colaborar en la preparación de la fuga de Elal, actitud que imitaron los gatos, por esa razón estos animales fueron considerados como enemigos de todos los seres. Aunque no colaboraron, tampoco entorpecieron la huida.
Terr-Werr dispuso que los animales que quisieran ir con el niño debían estar junto a la laguna a la mañana siguiente, ya que no había tiempo que perder.
El Tucotuco envió a cuatro mensajeros a buscar a las aves que realizarían el vuelo con el pequeño Elal y su "abuela".